La cereza del pastel | EL ESPECTADOR

2022-09-10 11:59:27 By : Ms. Susie Wang

El portal británico money.co.uk, dedicado a la investigación y comparación de servicios y productos a nivel mundial, elaboró el Top 50 de los países más bellos del planeta, tomando en consideración la cantidad y calidad de sus atractivos naturales. El estudio, difundido por la revista estadounidense Forbes, especializada en negocios y finanzas, clasificó a Colombia como el tercero con mayor cuantía en maravillas y bondades naturales. Solo superada por el archipiélago asiático de Indonesia y sus vecinas, las islas de Nueva Zelanda, dos epicentros turísticos de prodigiosos ecosistemas y arrecifes coralinos, asentados en los márgenes del Océano Pacífico.

Colombia suena en el exterior y, como de costumbre, su belleza vuelve a relucir. Enmarcada por dos costas, con estratégica ubicación geográfica en la mejor esquina de América, destaca su diversidad de paisajes, climas, recursos hídricos, culturas, flora y fauna. El generoso territorio, el segundo más biodiverso del planeta, le permite liderar distintos escalafones en la escala internacional. Primer lugar en especies de aves y orquídeas; segundo en plantas, anfibios, mariposas y peces de agua dulce; tercero en reptiles y palmas, y cuarto en número de mamíferos.

Cuenta con envidiables características naturales para ser un destino turístico singular, dada la oferta potencial que se refunde entre los pliegues del territorio. Con medio país oculto, ciudades y playas ganan espacio en los titulares de los medios de prensa especializados, y presencia en los concursos mundiales que exaltan la excelencia de la industria de los viajes. Recién acaba de ser nominado por los World Travel Awards a una veintena de premios en diversas categorías turísticas, de las cuales, finalmente, se lograron catorce reconocimientos.

En el Índice de Competitividad de Viajes y Turismo, que congrega a 140 economías, a las que el Foro Económico Mundial evalúa sobre los factores y políticas que contribuyen al desarrollo sostenible del sector, se ubica en la mitad de la tabla. La última medición, en 2019, lo sitúa en la casilla 55. Fueron siete puestos ganados con respecto a 2017, fruto del acuerdo de paz que empezaba a madurar en beneficio de la imagen internacional, cuando se pasaba de ser “uno de los lugares más peligrosos del planeta” a “una nación al borde del descubrimiento”, como lo resumiera, entonces, The New York Times.

Lo anterior, para anotar que el cacareado país de la alegría, según revelan algunas encuestas, posee la materia prima para ser un destino turístico de primer nivel. Se encuentra en el podio mundial de los atractivos naturales, es reconocido en el mercado como destino emergente y está sazonado con la especial amabilidad de su población. Sin embargo, esas particulares ventajas que le facilitarían ser lo suficientemente competitivo en el escenario global se quedan en el tintero. Se carece del complemento. Es decir, de infraestructuras; de destinos, distintos a los de sol y playa, y de ese factor imprescindible para generar confianza entre los viajeros: la seguridad.

El clima de violencia que comenzó a caldearse en los últimos años amenaza con revivir ese sombrío referente que nos estigmatizó hacia finales del siglo pasado, desterrándonos del mercado turístico. La paz, que hace cuatro años ilusionaba a gran parte de los colombianos, terminó cojeando ante el deliberado incumplimiento al acuerdo con las Farc, que dio pie a disidencias de la antigua guerrilla que, junto con un fortalecido Eln, retoman antiguos espacios rescatados del cruce de los fusiles. La criminalidad organizada asume un papel más relevante, mientras la población se siente atrapada en la guerra sucia desatada entre las bandas del narcotráfico.

Nacionales y turistas permanecen bajo las sombras de fenómenos como el hurto, el sicariato y los homicidios en las ciudades, y el confinamiento y el desplazamiento forzado en los campos, resultado de una criminalidad multiforme en la que participan diversos actores, cada uno, con su propio festín. Desde la desbordada delincuencia común, hasta los grupos guerrilleros, los narco-paramilitares y las bandas criminales de todos los pelambres, no solo domésticas, sino transnacionales.

En lo corrido del año crecieron los asesinatos de líderes sociales y suman más de setenta masacres, la última de ellas en Huila, el pasado fin de semana, con el repudiable asesinato de siete policías. La paz total propuesta por el presidente Petro es una apuesta audaz como arriesgada, que, además, de zanahoria, requerirá garrote y muestra de autoridad, para mantener la capacidad de negociación del Estado, de existir real intención de diálogo por parte de los grupos criminales. El narcotráfico y la minería ilegal son negocios tan lucrativos, con jugosas rentas ilícitas, que disuadir a sus promotores de abandonarlos será una labor compleja.

Colombia puede ser una potencia turística, tal lo infiere el prestigioso y reconocido portal inglés, que lo clasifica tercero en el mundo con los mayores atractivos naturales. Solo que para cocinar el desarrollo de esta industria y posicionarla en el mercado mundial necesita atacar todas las carencias estructurales. En especial, introducir esos ingredientes básicos que exigen inversión social y manejo político: infraestructura y seguridad. ¡Tamaña cereza la que le falta al pastel!

En el sector. Se están volviendo reiterativos los episodios de estafa contra turistas en las playas de Cartagena, de quienes se abusa con cobros excesivos en alimentos y otros servicios, como sucede con el transporte en taxi. Las facturas exageradas en los lugares turísticos parecen convertirse en regla general, con riesgo de agresiones cuando se protesta el pago, sin que las autoridades procedan a ajustar las correspondientes medidas de control. Las mojarras que allí se venden cuestan más que el tiquete de avión.